Muchas veces, cuando hablamos de robots solemos pensar en engendros mecánicos con aspecto o forma cercana a la del ser humano, sin embargo, parece que las investigaciones actuales, al menos en el ámbito de la detección, está mucho más cercana al mundo de los insectos.
Technolohy Review, una publicación electrónica del MIT, ha recopilado algunos ejemplos de robots en miniatura con la capacidad de volar (y aspecto de insecto o de ave) que, aunque ahora son experimentales, quizás en un futuro podrían servir para espiar, vigilar o detectar el lugar de una catástrofe.
La verdad es que puede
sonar a ciencia ficción pero,
algunos de los ejemplos mostrados, podrían pasar totalmente desapercibidos y
ser tomados por un mero insecto, sobre todo si la tecnología fuese capaz de dar
un paso más hacia la miniaturización. Un colibrí robótico o una gaviota
robótica que, por ejemplo, podrían servir para realizar el seguimiento de una
bandada de pájaros o el de un vehículo sin llamar la atención.
Pero de todos los ejemplos presentados, el
que más me llama la atención es el del escarabajo que abre esta nota, un
escarabajo real que lleva implantado en su cabeza una placa conectada a su cerebro que es capaz de
estimular su sistema nervioso y que, gracias a un control remoto, puede
provocar que el escarabajo vuele a voluntad de este mando. Este experimento de
la Universidad de California-Berkeley, capitaneado por Michel Maharbiz, nos demuestra que un dispositivo
electrónico podría ser capaz de controlar, a voluntad de una máquina, el
cerebro de un ser vivo (en este caso un insecto) y, de hecho, el equipo de
investigación trabaja en reducir aún más el tamaño del sistema para, en un
futuro, poder controlar a unas moscas comunes. ¿Quién
podría sospechar de una mosca?
Con forma de Abeja, mosca, escarabajo o
pájaro, esta nueva generación de "robots voladores" vendría equipada
de sensores que podrían capturar datos sobre condiciones ambientales, buscar
seres vivos (los supervivientes de un desastre) o evaluar la estabilidad de un
terreno, todo ello sin poner en riesgo vidas humanas y con la posibilidad de
adentrarse en espacios muy pequeños o en ambientes con una alta toxicidad. De
hecho, según indica Robert
Wood, profesor de ingeniería en Harvard y desarrollador de una abeja
robótica, el objetivo que se persigue es el de abaratar los costes de
fabricación de estos robots para poder enviar una legión de éstos sin tener que asumir grandes
pérdidas si, por ejemplo, ninguno sobrevive a la misión.
Fuente:
MIT.com
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